El 22 de diciembre de 1987, después de cinco agitados años en la Argentina, donde revolucionó la escena del rock local con un discurso potente que amalgamó el punk, el reggae y una lírica descarnada, Luca Prodan fallecía en la ciudad de Buenos Aires.
Nacido en Italia, educado en Escocia y viajero por todo el mundo, Luca llegó a la Argentina escapando a la heroína y, según su hermano Andrea, "encontró la resurrección en este país”.
Su último recital fue en el estadio del Club Atlético Los Andes el 20 de diciembre de 1987 ante 500 personas y dos días después lo encontraron muerto en la habitación de su casa de Alsina al 400.
Al llegar al país, traía de Londres las últimas imágenes del rock sinfónico en estado de coma, la furiosa actitud punk y los nuevos aires del reggae, casi desconocidos acá, a los que amalgamó con una lúcida mirada de extranjero para pintar una Buenos Aires extraña con un sonido que apabullaba por su modernidad.
Nacido en Roma en mayo de 1953, Luca estudió en el aristocrático colegio escocés Gordonstown College, del que se fugó antes de recibirse, y llegó a las sierras de Córdoba en 1981 escapando a la heroína y el suicidio de su hermana que lo habían puesto al borde la muerte.
Desde allí, y luego de unirse a Germán Daffunchio primero, Alejandro Sokol después, Diego Arnedo, Roberto Petinatto, Ricardo Mollo y Alejandro Troglio, más tarde, dio origen a Sumo.
Con Prodan como lúcida bandera, Sumo supo conciliar en una síntesis irrepetible la posibilidad de ser divertido y testimonial, novedoso y popular, moderno, internacional e incómodo.
La banda fue capaz de plasmar sensaciones diversas a partir de un rock poderoso como nadie había tocado entonces y logró superar las barreras idiomáticas que Luca expulsaba mezclando inglés, italiano y castellano, para dar forma a un discurso lírico que representó la marginalidad de una década signada por el glamour.
Junto a Los Redonditos de Ricota y Los Twist, Sumo conformó el trípode más innovador y revulsivo de la escena under que se juntaba en el Café Einstein de Omar Chabán en los últimos días de la trágica dictadura militar, construyendo uno de los discursos artísticos más potentes del rock local.
Los discos oficiales de Sumo en vida de Luca fueron tres y en tres años sucesivos: "Divididos por la felicidad" (1985), donde están "La rubia tarada", "Mejor no hablar de ciertas cosas" (compuesta por el Indio Solari), "El reggae de paz y amor" y su versión de "Kaya", de Bob Marley.
Luego vinieron "Llegando los monos" en 1986 con "Los viejos vinagres" y "Que me pisen" y en 1987 "After Chabón", con la bellísima "Mañana en el Abasto" y "Lo quiero ya", que con su frase "no sé lo que quiero pero lo quiero ya" sintetizó toda una época o el estado del espíritu de una época.
Además de eso, Luca fue una permanente voz de alerta y denuncia contra cierto provincianismo de los rockers nativos, como cuando señaló: "Acá hay demasiada seriedad, todos quieren ser profesionales y se olvidan que el rock es una locura".
Liberado de la heroína que lo consumió en la Europa tatcherista, Luca no pudo escapar a la bebida y dejó en claro esta situación. "Nunca pensé que la ginebra fuera el elixir de la vida, más bien es el elixir de la muerte".
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