"El Flaco", figura esencial de la canción argentina y el rock local, dejó un inmenso legado que, desde su muerte -el 8 de febrero-, es revitalizado en la memoria de quienes los admiraron.
Capaz de reinventarse a partir de una obra atravesada por la belleza, Spinetta fue autor, guitarrista y cantante, pero también poeta y pintor. Supo colmar de una elevada concepción estética a cada uno de los pasos que dio desde su nacimiento, el 23 de enero de 1950 en el barrio porteño de Belgrano.
"La persona estaba a la altura del artista, era un gran artista y un gran tipo y la gente extraña eso", sintetizó a Télam Juan Carlos Diez, autor de "Martropía" (publicado en el 2006), libro en que condensa largas charlas con el músico desarrolladas a lo largo de cinco años.
Creador de grupos como Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade y Los Socios del Desierto y de un camino en solitario también signado por la belleza, Spinetta murió en Buenos Aires a causa de un cáncer de pulmón que se le diagnosticó en julio de 2010.
Personal y prolífico, dio forma a una obra que materializó en más de 40 discos, donde sus canciones constituyeron un alegato estético que signó al rock argentino y lo sostuvo como un espacio fértil para la creación.
Entre los tantos tributos que se realizaron desde su partida, se impuso la impresionante muestra gratuita "Spinetta, los buenos libros de la memoria", que se desarrolló en la Biblioteca Nacional y que tuvo como curador al fotógrafo Eduardo Martí, entrañable amigo del "Flaco".
La exposición incluyó charlas y recitales temáticos: uno protagonizado por los guitarristas con los que compartió escenarios y parte de su vida, otro comandado por Fito Páez y dedicado exclusivamente a "La la lá" -único disco que grabaron juntos, en 1986- y el último con más de 15 músicos que lo acompañaron en sus diferentes etapas.
Así fue como la muestra se erigió en una suerte de espacio de contención para quienes siguen su huella: "Todos los que lo extrañamos tuvimos ahí un lugar donde recordarlo", dijo Diez, quien participó del encuentro y aportó también material sobre su obra, como lo hicieron muchos de sus amigos.
"La idea que pone en escena es profundamente salvaje, es la puesta en escena de su corazón, de su forma, de la defensa de lo individual, de su punto de vista", sostuvo Páez en el marco de la muestra, quien agregó: "Spinetta nos muestra la búsqueda del placer de la belleza y el amor. El es en su obra, es en sus hijos, es en nosotros que estamos aquí tratando de comprender de qué se trata esa absurda muerte".
Por su parte, Pedro Aznar decidió recordarlo con un disco doble, "Puentes amarillos", donde versiona un repertorio de 26 canciones de Spinetta, que ejecutó el 29 de abril pasado en Plaza Italia de Buenos Aires.
Distanciado de los vaivenes de un género que pasó de marginado y prohibido a gozar de las mieles de la difusión masiva, Spinetta edificó su carrera al margen de las modas y las demandas de la industria discográfica.
A modo de síntesis de su recorrido musical, el 4 diciembre de 2009 colmó el estadio de Vélez, un ámbito multitudinario que transformó en reducto íntimo para disfrutar de un recorrido por sus Bandas Eternas en un maratón artístico de cinco horas con más de 50 canciones.
"La frescura y el lirismo de Almendra, el grito oscuro y enloquecedor de Pescado Rabioso, la contundencia y experimentación de Invisible, el perfil sonoro particular y casi galáctico, como desprendido de materia, de Jade y las experiencias posteriores".
"El talento es el hombre en libertad, nace en cualquier persona que se sienta capaz de volar con sus ideas", fue una de las frases que esgrimió a lo largo de vida y que de alguna manera definen su forma de ver el arte.
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