Con el pretexto de festejar los 20 años de su segundo álbum “No me importa” y los 25 de trayectoria y como punto final a su gira “Vieja escuela” que los mantuvo activos durante todo el año en curso, la agrupación brindó una verdadera lección del heavy metal argentino en su más pura raíz.
Por espacio de casi dos horas de concierto, el ahora quinteto desplegó un show con temas de su disco “No me importa”, otros de su más reciente CD “Vieja escuela” y algunas travesuras con amigos invitados.
Bien comandados los Tren Loco bajo la voz y la escena de frotman de Carlos Cabral, los contrapuntos de guitarras de Cristian “Zombie” Gauna y Pablo Soler (el último incorporado), la sapiencia y experiencia en el bajo de Gustavo Zavala (su fundador) y la solvencia en la batería de Dany Volter.
Con el habitual grito de Cabral de “que se muera la cumbia, que se muere el reggaeton, arriba el heavy metal argentino”, el clima se vivió de verdadera fiesta metalera entre sus seguidores.
Más allá de algunos lucimientos personales con solos, un momento emotivo y vibrante se vivió con Gustavo Zavala con su bajo quien inició los acordes del “Himno a la alegría”, que culminó con el “Himno Nacional Argentino”, el coro del público y el grito ensordecedor de “Argentina, Argentina” y el clásico grito de guerra metalero: “Baila la hinchada baila, baila de corazón, somo los negros, somo los grasa, pero conchetos no….”.
Ya en la última parte del concierto, llegaron “Por knock out”, “Cuatro vientos” y “Antihéroes”, con el agregado como invitados de los bajistas Horacio Pinasco y Alejandro Taranto.
Los bises tuvieron el protagonismo de “Pueblo motoquero”, “Fuera de la ley”, “Vieja escuela” y “Tempestades”, para un final a plena algarabía arriba y abajo del escenario.
La velada contó, además, con la actuación previa del grupo de la Patagonia. Aonikenk, quienes presentaron temas de su reciente disco “Sentir metalero”.
Participaron, además, las agrupaciones Voltios y Marcelo Roacio.
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