El trío que integran Chizzo, Tete y Tanque dio una nueva muestra de su vigencia rocanrolera, ante más de 45 mil personas. Tocó todos sus clásicos, desde “Panic show” hasta “El final es en donde partí”, y adelantó material de su nuevo CD de estudio.¨
“La Renga no se separa.” Es lo que todos querían escuchar, y Gustavo Nápoli, Chizzo, cantante, guitarrista y compositor, lo dijo. Fue en el Estadio Ciudad de La Plata, ante las más de 45 mil personas que se acercaron el sábado a pesar de la lluvia para escuchar dos horas y media de su grupo favorito.
La Renga está grabando un nuevo disco, y los rumores instalados por corridas mediáticas quedaron chiquititos.
“¡Qué frío!”, un comentario plausible que nadie pronunció el sábado en la capital de la provincia. Durante las horas de previa la lluvia fue constante, de ésa que no se termina de animar y por eso es la más molesta. De ésa que después de caminar un rato hace que las zapatillas se conviertan en biomas singulares, caldos de cultivo de enfermedades futuras. En los alrededores del Estadio Ciudad de La Plata, en el que otro boca en boca y algunos medios anunciaban que se presentaría La Renga, las condiciones climáticas eran hostiles. No era importante: el clima popular, desde las seis de la tarde, empezaba a mostrar su color. Ante la mala estrella de los vientos, lo mejor que podía hacerse era poner calidez. Así fue.
Cálida fue la voz de Norberto “Ruso” Verea, a la cabeza de una transmisión radial que recorrió la espera dentro del estadio, donde musicalizó y presentó un compacto de la historia del rock and roll, empezando por los bluseros negros: “Este es un regalo de los chicos para ustedes”, dijo el Ruso. A las nueve de la noche, hora a la que estaba anunciada la explosión, el lugar estaba a medio llenar y de fondo sonaba ZZ Top. Sobre el escenario, emplazado sobre una de las plateas, tres voluntariosos secaban el piso mientras la gente seguía llegando como cascadas humanas, derramándose desde las populares hacia el campo. La lluvia prometía regalar compasión, pero seguía sin importar.
A las diez estaban todos. Incluso en las populares, que minutos antes parecían no llenarse nunca. En menos de una hora, el lugar había quedado repleto, con unas 45 mil personas dentro. Puntualmente una hora después de lo anunciado se apagaron las luces y La Renga detonó con “Almohada de Piedra”, pieza de Truenotierra (2006), su último disco editado hasta el momento. “Tripa y corazón”, “A tu lado” y “El terco” completaron un inicio previsible pero eficaz.
Cálida era la banda, cálida la escenografía. El trío (Chizzo, Tete, Tanque) parecía refugiado entre las paredes de una construcción gótica, custodiado por gárgolas protectoras. En el fondo, una galería que conducía a quién sabe dónde. Se juntaban para darse calor, hornear la información más pura y darla a conocer a quienes realmente les interesaba escuchar.
Días e incluso semanas antes de este concierto, alguien había lanzado el rumor de que La Renga se separaba, que grababan un último disco y listo, que la historia tal como venía tenía fecha de vencimiento. Por supuesto, esa posibilidad se fue pareciendo más a la verdad a medida que circulaba por distintos medios de comunicación sin que la banda se hubiese manifestado.
Como si esto fuera poco, Los Piojos, la otra banda más convocante del rock local, había reprogramado su show seudo despedida en River para el mismo día, lo que le daba un aire más raro a la situación.
Ahora era su turno para hablar, dar la palabra final, y Chizzo lo estaba esperando con los dientes apretados. “Con respecto a todo lo que estuvieron diciendo periodistas y locutores, creando confusión... dijeron que La Renga se separa, que se suspendía el show. Se ve que ustedes le hicieron caso –ironizó–. ¨
La Renga... La Renga no se separa. Y el show no se suspende tampoco.” La ovación fue enorme. “Este tema va dedicado para todos los que estuvieron hablando giladas”, introdujo el guitarrista voz de león, y punteó el riff de “Moscas verdes para el charlatán”, el único tema de la era pre Despedazado por mil partes que se hizo escuchar. Paró el agua, llovían calzados. “Paren loco con las zapatillas, que se puede lastimar algún músico y se termina el recital, ¿qué te pasa? ¿te mandan Los Piojos a vos?”, apuró a uno y levantó risas.
Cálidas eran las luces. Con las dudas disipadas, la noche se encaminó más distendida y el sonido se acomodó. El sector del campo más cercano al escenario ya era una caldera. De esas cabezas emergían vapor y polvo, levantado por el furor que rompió la lona protectora: “Se están calentando ahí”, advirtió Chizzo, y presentó “Canibalismo galáctico”, un adelanto del disco que graba el grupo por estos días: “Algo así como un espejo del cosmos, donde se ve cómo los seres se carcomen entre sí”, intentó. Cálida fue la lista, con temas como “El cielo del desengaño”, “La boca del lobo”, “Desnudo para siempre” y “Al que he sangrado”, que terminaron de delinear un plan basado en las buenas canciones, ágiles y potentes.
Luego de “Cuándo vendrán”, “Ruta 40” y “El viento que todo empuja” –en su versión ’96–, la falsa despedida se produjo a las 23.45 con “El rey de la triste felicidad”. “Este recital está siendo transmitido en vivo para todas las radios comunitarias del país y Latinoamérica.
No hay monopolios de por medio, está trabajando gente que quiere que las cosas estén un poquito mejor cada día”, anunció Manu, el cuarto La Renga, encargado de casi todos los vientos desde que Chiflo debió abandonar por problemas de salud, si bien se sumó en algunos pasajes. Y Chizzo se plegó: “Por eso, cuando hablamos de redistribuir la riqueza, también hay que hablar de redistribuir los medios de comunicación”. “Detonador de sueños”, “Panic show” y “El rebelde” se sucedieron por allí hasta desembocar en el bloque final. “Esperen el nuevo disco. Ojalá les guste”, fue el deseo del cantante y de la banda. Llegaron “Oscuro diamante” y “El final es en donde partí”.
Una vez más, a la hora de ir a ver a La Renga se sabe con cierta certeza lo que va a ocurrir. Se sabe que no tocan el mismo tema con el mismo tempo dos veces seguidas.
Se sabe que afuera la previa será un desmadre.
Se sabe que además de tocar el bajo Tete barrerá el escenario en sentido horizontal y también vertical, saltando y tirándose al piso, cantando las letras de las canciones como un fan más.
Se sabe que apostarán a una buena puesta en escena y buscarán sorprender hasta con el más mínimo detalle.
Se sabe que cerrarán con “Hablando de la libertad”. Se sabe que agradecerán abrazados sobre el sonido algo irritante de una guitarra que quedó sonando. Esta vez, fue hasta las doce y media de la noche. Políticamente es importante que La Renga siga sobre los escenarios. Lo mejor es cuando todo eso sale bien. Y así fue el sábado en La Plata.
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