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sábado, 21 de diciembre de 2013

Anuario. Charly y Spasiuk colmaron de música popular el Colón.

El Teatro Colón, más allá de los descalabros técnicos y laborales generados por el macrismo que lo utilizó para fines ajenos a lo artístico, tuvo en 2013 una apertura musical en la que las presencias de Charly García y Chango Spasiuk destacaron por su capacidad para conciliar las nociones de cultura y gesto popular.

El rockero García en septiembre y el acordeonista litoraleño Spasiuk en octubre, demostraron desde sus respectivas estéticas, la manera de hacer convivir músicas populares en el ámbito pulcro, culto, académico y sobrecogedor del máximo coliseo argentino.

Y con las músicas de Charly y Chango, además, ingresaron a ese templo de la música no solamente unos ritmos surgidos de las calles, de los ríos, de los caminos, sino también unos espectadores capaces de disfrutar de la obra y del magnífico entorno que ofrece el Colón.

Por orden de aparición, el mentor de Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros y Seru Girán, propuso en dos colmadas noches la presentación del espectáculo "Líneas Paralelas, Artificio Imposible".
Junto a la banda que lo viene acompañando en esta etapa, The Prostitution, y la Orquesta Kashmir, dirigida por el compositor y arreglador Patricio Villarejo e integrada por dos cuartetos de cuerdas.

El repertorio de hits y no tan hits permitió que "Tango en segunda" fuera la excusa perfecta para la aparición de Jean Francois Casanovas, en una versión "cyber drag queen", para adueñarse por unos minutos de la escenografía montada por Renata Schussheim y convence a propios y extraños de su eterna vigencia como el gran performer argentino.

A la vuelta del intervalo que toda gala lírica impone, García, de saco púrpura y ya sin sombrero, entregó "Promesas en el bidet", una versión bien rockera de "Los dinosaurios", la emotiva evocación a Mercedes Sosa en "Cuchillos", y otro de los picos más fuertes de la velada: "Eiti Leda", con todo el teatro cantando y aplaudiendo de pie durante una ovación de varios minutos.

A esta altura no debería llamar la atención que esta obra maestra del rock sinfónico despierte la emoción y el aplauso de todos los presentes: lo que impresiona, en realidad, es ver a un auditorio compuesto en su inmensa mayoría por personas que al momento de componerse esta canción aún no habían nacido, vivándola como si se tratara del tema que está de moda en Youtube.

Para el cierre a -literalmente- toda orquesta, una de las mejores versiones escuchadas de "Inconsciente colectivo", hizo que el aplauso y la ovación se apoderaron otra vez de todas las curvas del Colón, confirmando las condiciones de artista popular y genio musical que han hecho de García un fenómeno policlasista y multigeneracional.

De la noche rockera de Charly a la soleada mañana dominguera de Chango, cambió también el carácter del espectáculo -de carísimo y exclusivo a gratuito- y permitió que una audiencia heterogénea celebrara la posibilidad de que los sonidos del Litoral (que son hasta ninguneados dentro de la propia escena folclórica) se vistieran de gala.

Para lograr el milagro, claro, hizo falta que un mago de la excelencia y el bueno gusto del misionero Spasiuk, asumiera el compromiso y el riesgo de generar el encuentro amoroso e inspirado entre su sexteto y las 10 cuerdas del Ensamble Estación Buenos Aires, con el brillante Rafael Gíntoli como violín solista y los arreglos y la dirección de Gustavo "Popi" Spatocco.

Con una obra capaz de ratificar aquella idea acerca de "pinta tu aldea y pintarás el mundo", el artista nacido en Apóstoles, una zona fronteriza con Brasil y Paraguay, ostenta una sonoridad que abreva en ese entorno de modo inevitable pero no lo hace para construir barreras sino para hallar un piso firme desde donde proyectarse.

Y en esa proyección de sonidos, cadencias e influencias que le nacen desde las resonancias del acordeón, abraza un territorio tan identitario como diverso que en el Colón halló una caja de resonancia multiplicadora junto a otros colores.

Tras una primera parte únicamente junto a su grupo, todos los músicos se reunieron para la "Suite del Nordeste" (propuesta que abrió con "Alvear orilla", de Isaco Abitbol, y se completó con ocho piezas de Spasiuk) y la fiesta se remató con un guiño a Astor Piazzolla (en “Libertango”) y dos vueltas de la imponente "Tierra colorada".

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