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domingo, 6 de abril de 2014

Estelares en la Trastienda: viaje de un largo día hacia la noche.

El artista Manuel Moretti junto a su banda Estelares, recorrió la historia poética del grupo a través de un vasto itinerario de canciones, la mayoría atesorada en grabaciones remotas, en una velada que no cedió al impacto de los hits -aunque algunos fueron incluidos- y prefirió mantener un clima de melancolía.

estelares vivoPoeta, "frontman" que carga una mochila de tango, rock, libros y cine, Moretti viene entregando temas desde fines de los 80, cuando asomaba en su formación inaugural Licuados Corazones, desde entonces los cuentos de desencuentros existenciales y de los otros integran la sutileza dramática de su repertorio.

El show de ayer en el local situado del barrio porteño de Monserrat donde desde hace rato vienen jugando de locales, congregó a sus devotos más antiguos, junto a una joven camada de oyentes sensibles que dejaron el alma en pogos y estribillos, conformando un collage, una mezcla, capaz de armonizar sin fisuras con la escritura fragmentaria del líder y alma compositora de Estelares.

Las estrofas pegadizas de "Aire" (2007), tema muy difundido, casi como para despistar, iniciaron el convite, porque casi inmediatamente después, la propuesta de esta banda tan querida en La Plata, apostó al viaje interno de cada asistente.

El itinerario de fuerte carga emocional, acompañado por una iluminación de claroscuros, que subrayó el clima de reclusión en la intimidad de un bar, cuya partida quedó signada con los acordes de "20 de noviembre", tema de culto, desgarrador.

"Estas son canciones preciosas…para los fanáticos… y así los demás  pueden conocerlas" gritó "Manu" desde su teatralidad enigmática, con las gafas negras siempre puestas y sus fraseos -casi recitados- de tabaco y alcohol,  para continuar con los himnos como la rea y celebrada "Cría de leopardo".

La sólida guitarra de Víctor Bertamoni ("Vitorio", para los fans) y el bajo de Pali Silvera, que otorga una impronta nocturna a cada tema, se fundieron con la voz del cantante en esa celebración pagana de batallas perdidas, oscuridad y amores de los buenos.

Los excesos, narrados sin alardes desde la empatía de los pares, es otra de las improntas de la banda, como los detallados en la intensa "200 monos", donde el cantante cambió el adjetivo de la estrofa "el amor nos vuelve felices" por un letal "mejores", modificación del vivo que la hinchada de oídos atentos aplaudió con ganas.

Los miembros de la banda no se desplazan, ni agitan sus instrumentos, Manu permanece de frente a la gente -casi- dialogando, collar de palabras que sólo se interrumpió cuando la emoción lo llevó a acercarse a los más cercanos para darles la mano en un gesto cómplice entre perdedores, como sucedió en ese tangazo urbano que es "Fresco como uvas".

"Esta vez quizás los dos, podamos los dos" reza la canción "Rodeos", súplica romántica de las grabaciones iniciales del grupo, festejada por los asistentes, confirmando que la poesía de Estelares va transformándose gradualmente en un secreto a voces, sin estridencias.

Pogos, fiesta y coros de la hinchada llegaron con las más recientes "Las trémulas canciones", "Aleluya" y "Rimbaud" para devenir ovación cuando sonó "12 Chicharras", que tuvo al guitarrista Mario Barassi de Super Ratones, quien permaneció sobre el escenario para entregar vitales versiones -valga la paradoja- de "Melancolía" y "Cristal", y el ya devenido hit "Moneda corriente", registrado con Andrés Calamaro.

Casi sobre el final, arribó la contraseña musical cantada por todos, casi un himno de la banda, "El corazòn sobre todo", con declaraciones de fe acerca de tropiezos existenciales y un pasado siempre actualizado por amor.

El artista nacido en la localidad de Junín, en algún momento de la noche habló sobre los "escépticos, adictos, desesperados", con su discurso -bello y breve- dotado de una desesperanza amable, y prometió seguir el convite en una próxima fecha para los porteños "no recuerdo bien el día" en junio, en el teatro Vorterix.

Si algo le faltaba a la noche para quedar establecida como una cita para iniciados, aunque capaz de dar la bienvenida a los más novatos, fue el final con la salvaje "Ardimos", donde luego de dejar su alma sobre las tablas, el cantante partió dejando a las músicos para coronar una presentación descarnada, con el despojo del arte.

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