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lunes, 2 de noviembre de 2009

Pepsi Música 09. Día 3

Mike Patton se comía el micrófono. Literalmente, y más. Porque el cantante de Faith No More, el hombre de las mil voces, el que puede hacer “lo-que-se-le-cante” con la garganta, no sólo apretaba el micrófono entre los dientes. También se comió la cancha, la noche, a las más de 30.000 personas que colmaron todo el Club Ciudad para ver la tercera fecha del Pepsi Music 2009.

mike Después de que miles conjuraran al clima el sábado a la noche y el domingo temprano, la lluvia finalmente concedió su tregua a lo que asomaba, desde el principio, como una de las fechas más convocantes del festival. Si la primera noche con The Prodigy fue potente pero moderada en cantidad de gente  y el agua se encargó de postergar la segunda (No te va a gustar, Cafres, Kapanga tocan el 6 de noviembre), la jornada número tres, con Faith No More y Die Toten Hosen a cargo, tenía todo para alimentar expectativas.

(Y si la lluvia irrumpía en medio de la noche en todo caso sólo podía mejorar las cosas, sazonando la fecha con una poca de épica. Desde temprano un Club Ciudad pantanoso, con bastante barro alrededor del campo, preanunciaba una jornada con todas las ínfulas del rock.)

Pasadas un poco las 20 horas, todos miraban hacia el escenario principal. La antesala con los locales D´mente, Bulldog, Carajo y Cadena Perpetua ya habían sentado las bases, la impronta musical de lo que estaba por venir. Con el escenario a oscuras, una tropa de trajes blancos se adueñó del escenario. Después de diez años de espera, Faith No More volvía a estar al mando de la noche y las ansias del público argento.

El inicio con el cover “Reunited” desencajó a los que esperaban un arranque de contundencias. Tímidos, los primeros acordes y un Patton engalanado con un bastón y pelo con gomina, sólo nutrían la ansiedad.

No habría que esperar demasiado. Latentes en el inicio, la distorsión de las guitarras, los platillos en la batería del enorme Mike Bordin y los “pulgarazos” al bajo de Billy Gould llegarían, plenos, con “Out of nowhere” y “Land of sunshine”.

De espaldas al campo, con el micrófono apuntando hacia el cielo, Patton entraba en trances, como si metamorfoseara en distintas personas, reencarnaciones de todas las facetas de su voz. El cantante aleteaba, patinaba, se reía e incluso fornicaba con una cámara (“do you want some?”) con la impunidad de quien se ha granjeado el respeto y devoción; alguien a quien lo que le queda es simplemente refrendar en los oídos de otros su título nobiliario, aquel que dice que pertenece a la realeza de los cantantes del rock (acaso comparte trono con nombres como Eddie Vedder y Chris Cornell, y algún puñado más).

“Evidence” sería la primera sorpresa de la noche, con Patton animándose a cantarla en español. El tema original se resintió un poco con la traducción, pero el gran gesto de la banda fue reconocido y agradecido con los aplausos.

“Ahora viene una canción favorita de ellos” (sic), decía el cantante en su español italianizado, mirando a sus compañeros de banda. Era el prólogo para una seguidilla de temas infalibles: “Last cup of sorrow”, “Easy” y “Epic”.

“Impresivo” (sic), decía Patton, intentando explicar las sensaciones de la banda. “¡Están cantando hasta las partes de la batería y el bajo!”

Todo se apoyaba en una gigante actuación de la banda (los arreglos de Roddy Bottum y los solos de Jon Hudson*) y el despliegue de Patton, que con “Midlife crisis” puso a cantar a todos, después los calló, les marcó el tempo perdido y los hizo cantar de nuevo. Abierto de brazos, sonriente, se divertía con todos.

Muñido del micrófono o su megáfono, seguía haciendo desfilar la versatilidad de su voz, su potencia (en temas como “The gentle art of making enemies”) y dulzura (“I started a joke”). Pero el súmmum llegaría con el clásico “Ashes to ashes”. Brazos en alto, estribillos coreados por todos, luces blancas apuntando al campo. Erizaba la piel.

“We care a lot” se convertiría en el amago de despedida. Pero Faith No More volvería al escenario; Patton con la camiseta de la selección (y su apellido sobre el 10) y la firme idea de seguir alimentando a ese monstruo de 30.000 cabezas que pedía más. Así llegaron “Collision” y el gran cierre con “Digging the grave”. Enorme lo de la banda de San Francisco.

Pero curiosamente no sería Faith No More la encargada de clausurar la noche. Esa tarea quedó en manos de Die Toten Hosen. Aunque tiene gran cantidad de seguidores en Argentina, la banda alemana (que viene seguido al país) era candidata a tocar antes que Patton y compañía. Era tal vez la ecuación esperable, y se notó la diferencia durante el show de los Toten Hosen, cuando parte de la gente empezó a dejar el Club Ciudad.

De todas formas, quedaban muchas cabezas sobre el campo cuando con el escenario, a oscuras y desde los parlantes, empezaron a pasar a los Ramones. Sonaba “Blitzkrieg bop” y todo el público ya había alcanzado la mejor de las predisposiciones para recibir a Campino y los suyos.

Sobre el fondo de la escenografía, resaltado por las luces, aparecía la enorme tela negra con el pájaro huesudo y la leyenda de los Hosen: “Biz zum bitten end” (“hasta el amargo final”). Y ellos, tras tocar “Strom”, “Weil du nur einmal lebst” y “Inen alles neu”, demostraron que la conexión con los seguidores de Argentina está mejor que nunca. La fiesta punk estaba instalada en el Club Ciudad y Campino también se animó al español, con el tema “Vida desesperada”.

“La próxima canción se la dedicamos a Lothar Mathäus… (Silencio en el campo) No sabemos por qué no vino a la Argentina, pero tuvieron suerte”, se mofaba Campino. Entre risas e insultos al fallido DT de Racing, comenzaban a sonar “Cokane in my brain”, “Call of the wild” y “Hang on sloppy”.

Die Toten Hosen se mostraba contundente. El idilio entre la banda y el público local se encarnaba en cada cántico desde el campo, en cada bandera que Campino agarraba y se colgaba al cuello. Era una celebración, la celebración del eterno reencuentro. Incluso alguien del público logró subirse al escenario, cantar un tema en (¿perfecto?) alemán y licenciar la práctica masiva del smosh.

La noche terminó con más comidilla para la adrenalina del rockero promedio. Después de cantar “La Bamba”, “Walk on” o “I fought the law”, los ánimos seguían cargados entre el público.

Mientras se aplaudía la gran performance de Die Toten Hosen, se comentaban todavía las extravagancias de Patton y el gran show de Faith No More. Pero sobre todo quedaba a flote aún el agradecimiento a la lluvia, que no rompió su tregua.

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