El estadounidense Bruce Springsteen desplegó todo su carisma y vitalidad durante las casi tres horas y media que duró la fiesta del más puro rocanrol, en un concierto que quedará para la posteridad por su calidad y por una catarata de momentos emotivos.
Veinticinto años hubo que esperar para que el héroe de la clase trabajadora estadounidense volviera con sus roncaroles, sus capítulos country y folk a la Argentina, que lo recibió en GEBA con una noche fría, que será difícil de olvidar.
Springsteen es un showman descomunal, no es el demagogo al estilo Bono, tampoco es el animal del escenario erótico sexual al estilo Madonna o Mick Jagger, lo suyo pasa por provocar empatía en la audiencia y que ésta se identifique con un tipo común, que puede ser un ex jugador de futbol, un obrero metalúrgico o un docente.
Para concretar una faena gigantesca y en forma exitosa, hay que tener buenos acompañantes y la E Street Band es descomunal y para esta gira se sumaron tres excelentes coristas afroamericanos, un percusionista, y una sección de vientos con cinco integrantes.
Y toda esa labor la corona Springsteen con un despliegue físico increíble, con mucho carisma, simpatía y humildad, porque en el fondo se trata de un trabajador que concretó su sueño de ser un ídolo del rock and roll.
Pero además hay que dotarlo de sustancia y Springsteen la tiene, desde lo lírico, con letras que en sus últimos álbumes han expresado los diferentes estados de ánimo de la sociedad estadounidense frente a las guerras y a los gobiernos de George W. Bush y Obama.
El "Boss" (jefe) tiene además un bagaje musical enorme, gigantesco, que parece remitir a Bob Dylan y a Neil Young, pero que ayer se convirtió en el Instituto Smithsoniano de la música estadounidense, ya que repasó la influencia de Pete Seeger, Woody Guthrie, del blues campesino, del country de Hank Williams y Johnny Cash, del soul y el góspel de los sellos Motown y Stax.
Y este anuncio de que Springsteen abrió la Enciclopedia de la Música americana se vivió desde el primer instante, cuando el estadounidense abrió el concierto con el clásico negro spirituals con cierto aire folkie “This little light of mine”, compuesta por los años ´20.
Allí estaba el jefe con su Telecaster color madera, el entrañable Little Steve Van Zandt con una mandolina, el genial Nils Lofgren, que "peló" toda una colección de guitarras estupenda a lo largo de toda la noche.
También estaban la violinista y guitarrista Soozie Tyrrel, el pianista y tecladista Roy Bitan, el "capo" del Hammond Charles Giordano, el bajista Gary Tallent y el notable amo del beat, Max Weinberg.
Junto a ellos tres coristas negros que le dieron un color maravilloso al concierto y la espectacular sección de bronces que también fue responsable de que la noche fuera inolvidable.
El inicio casi fiestero le dio paso a la épica de los himnos springtenianos en este caso a través de “We Take care of of our own” de su último disco “Wrecking ball”, un álbum notable que confirma que Springsteen es uno de los dioses del rock más vigentes, ya que se permite tocar muchas canciones de sus últimos discos y que su audiencia ya las haya convertido en clásicos. A eso se lo llama vigencia.
Sin dejar respiro, Bruce desempolvó el primer clásico con Bittan aporreando su piano y Weinberg demostrando la precisión y fuerza de sus golpes para la hermosa “Badlands” de 1978, que remite inmediatamente al hermoso filme homónimo de Terence Mallick con unos jóvenes Martin Sheen y Sissy Spacek.
El primer segmento mostró a la banda uniendo una canción con otra, a Springsteen seduciendo al publico como en “Death to my hometown” que tuvo una épica de casi marchita militar, con dos bombos militares y los bronces aportando aires bien de película bélica, con el aporte y el color de una tuba.
Con Springsteen ya animándose a recorrer las pasarelas a los costados del escenario junto a Jackie Clemmons, el nuevo saxofonista del grupo, heredero del puesto de su tío, el gran Clarence Clemmons, que falleció hace menos de un año.
Ese espíritu de fabula de rocanrol se apodero de todo el estadio cuando sonó la hermosa “No Surrender", del disco “Born in the Usa”, con la que Bruce ganó confianza y se animó a caminar al frente del vallado y pasearse saludando gente junto a Clemmons y a Lofgren.
Otro característica notable de Springsteen es cargar a las canciones de un intenso dramatismo y meter a la audiencia en una película de entre cinco y 8 minutos en los que se cuenta lo que sucede en la canción, como ocurrió con “Downboud Train”, también de “Born in the Usa”.
Mientras interpretaba “Something in the night” y “Spirit in the night”, Springsteen se largo de nuevo hacia el vallado y comenzó la labor de "delivery musical", que ocuparía algunos segmentos de la noche.
Los fans del club "Greetings from Argentina" conocen las características de los conciertos del Jefe y fueron a GEBA con los nombres de canciones escritos sobre cartulinas, cartones, o papeles.
Bruce toma una gran cantidad de esos afiches y le mostró uno de ellos a su banda que arranco con la hermosa “Cover me”, lo que demuestra que la E Street Band sale de gira con alrededor de 80 temas ensayados, porque la lista de pedidos es inmensa.
Así aparecieron grandes versiones de clásicos como “The River”, “Because the night” que el Jefe le regalara en los ´70 a Patti Smith o la bonita y más nueva “She´s the one”.
Además Springsteen tiene grandísimos álbumes acústicos grabados y de ellos y a pedido de un cartel entregado por los fans interpretó la bella “The promise land”, en donde muestra su fase más optimista, en donde supera los rencores hacia las administraciones republicanas en su país.
Otro momento mágico llegó de la mano de los teclados de Bitan y el Ammón de Giordano que le dieron un toque especial a otro clásico como “Hungry Heart”, que fue seguido por otro momento dramático y político de la noche.
Weinberg y Tallent comenzaron a tocar una base dura y oscura para que Springsteen recitara encima “41 disparos”, una sentida canción en la que el "Boss" rescata del olvido el asesinato del inmigrante africano Amadou Diallo en Nueva York en febrero de 1999, a manos de la policía.
Con esta canción, Springsteen la emprendió contra la policía de gatillo fácil del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y denunció que la política de “tolerancia cero” que este dirigente pregonaba era en el fondo una constante violación a los derechos humanos.
Casi en forma inmediata, Springsteen cambió el clima y arremetió con el hermoso rockito country “Darlington Country” durante el cual corrió hasta el mangrullo, le pidió a Tyrrel un solo de violín y luego a Clemmons que cerrara la canción con su saxo.
Sin dejar de viajar por la profundidad de los Estados Unidos, la E Street Band volvió a tomar forma de Big Band de country jazz para la hermosa “Shackled and drown” del disco “Wrecking ball” donde destacó la labor de la bellísima corista Cindy Mizelle.
Este segmento del concierto incluyo clásicos bellísimos, himnos del rock como “Thunder Road”, con un gran desempeño de Jackie Clemmons en el saxo, junto a algunas de las canciones más esperanzadoras y optimistas de sus últimos discos como “Waitin` on a Sunny Day”, “ The Rising” y “Land of Hope and Dreams” y a esta última le agregó una estrofa y la melodía del clásico “People get Ready” de Curtis Mayfield en los últimos minutos.
Luego Springsteen quedó solo con su armónica y su acústica, dijo algunas frases en castellano, recordó su paso por River y Mendoza hace 25 años y prometió volver muy pronto antes de tocar la folkie “We are alive” a la que siguió el clásico “Born in th Usa” con los bronces haciendose cargo de la melodía.
Springsteen ha escritos himnos ruteros, canciones sobre autos y viajes en motos y lo que la velocidad significa como sinónimo de libertad y uno de ellos es “Born to run” que tuvo una duración alocada de casi 8 minutos, con Bruce corriendo a lo largo del vallado y dejando que los fans golpearan las cuerdas de su Telecaster.
Volvió al escenario, reviso los carteles de los fans y le mostro a la banda uno que decía “Días de Gloría”, un clásico fiestero de “Born in the Usa”, donde Springsteen volvió a reírse como loco jugando algunos pasos de comedia con su amigo Little Steven Van Zandt.
Los bronces tomaron el control del escenario y arrancaron con la melodía de “Dancing in the dark”, donde toda la banda se emocionó con la respuesta del público al punto tal que emulando su viejo video, Bruce saco a una chica bailar y luego a otra le paso su acústica Takamine para que tocara los últimos minutos de una locura bailable que duró casi 10 minutos.
Luego todos los músicos se tomaron unos minutos para ellos mismos al desempolvar “Tenth Avenue Freeze Out”, un clásico del disco “Born to run” para recordar a dos integrantes de la E-Street Band fallecidos, el saxofonista Clarecen Clemmons y el tecladista Danny Federici a través de las gigantescas pantallas ubicadas al costado del escenario.
Con las luces del estadio ya encendidas, Bruce recorrió por enésima vez todo el vallado y regreso al escenario para despacharse con una versión entre ska y soulera de “Shout” el clásico de los Isley Brothers, para luego pedir clemencia extenuado.
Antes de irse, agradecer emocionado al público y prometer un pronto regreso, mostró una faceta estupenda que tiene y es la del artista acústico, con una poesía increíble, con letras de fuerte compromiso social como “This Hard land”.
Logró un silencio tan respetuoso, mientras tocaba su acústica, que podían escucharse las hojas sacudirse por el fuerte viento en una noche que pudo haber sido muy fría fuera de GEBA, pero que dentro del estadio fue de alta temperatura, con clima de fiesta y de una entrega absoluta por uno de los rockeros más importantes que tiene la escena desde hace más de 30 años.
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