Ricardo Iorio, insignia del metal argentino se volvió un icono de la controversia. La vitalización de las entrevistas enarboló un catálogo de máximas que son directas maleables, y por instantes violentas.
Como suelen presentarse las verdades. Y es que, si armamos el rompecabezas con piezas de sus declaraciones entenderíamos que el tipo tiene algo para decir. Y no es poca cosa en la escena de rock local.
Nació hace 50 años, el 25 de junio de 1962 en el hospital Ramón Carrillo de Ciudadela y se crio en el barrio de Caseros.
El muchachito se crió entre burlas de sus compañeros de escuela por tener que alimentar gallinas y pajaritos y un padre rudo y crudo. De ahí al bajo y lo que siguió: ser el exponente del metal argentino. Integró V8, Hermética y con la experiencia adquirida formó Almafuerte su actual nave insignia.
Su cuna fue Black Sabbath aunque su consistencia lo asemeja a Lemmy Kilmister, afianzó su destino con la carraspera de su voz y aprendió a utilizarla en beneficio propio, y de sus fans, que entienden su poesía y música. Cree en la educación y por eso llamó a su agrupación Almafuerte. No aceptó la maquinaria de la ciudad y hace más de 10 años se fue al campo a establecer sus reglas y afirmar sus principios.
En su historial, colaboró con León Gieco, rindió homenaje al rock argentino con un disco de clásicos reversionados y grabó con Flavio Cianciarulo de Los Fabulosos Cadillacs.
Oficialmente tiene más de 22 discos grabados. Amante de Larralde y sensible con la historia argentina. Poeta rural. Folcklore del metal. Ricardo Iorio llegó a los 50.
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