Creador de clásicos del rock nacional, miembro de grupos imprescindibles de la música en castellano El Salmón nadó en la dirección correcta para demostrar su lengua popular
Además de por su resucitación tóxica, Andrés Calamaro fue reconocido en los últimos años por su influencia en muchísimas bandas nacionales a tal punto que un sector de la prensa especializada ha bautizado un subestilo como “canción calamaresca”. Una lista de artistas influidos por El Salmón puede estar integrada por “Pity” Alvarez, Coti Sorokin, Estelares, Joaquín Levinton, Los Tipitos, Ella es tan cargosa, Andy Chango, entre otros.
Muchos de los pichones de Andrés lo precedieron el domingo en el Pepsi Music y armaron una grilla de voces nasales, canciones urgentes y comedores piqueteros. El cambio a último momento del orden de la programación no atentó contra la puntualidad del horario de inicio de todas las bandas, una saludable repetición durante todo el festival.
Ahí está Andrés con una remera con la cara de Paul Stanley y 30 mil personas coreando sus canciones. Como carta de presentación Calamaro inicia el recital con las primeras estrofas de “El salmón” a capella. Cuando las cuatro guitarras se acoplan, la marea de gente empieza a hacer sus propias olas.
El programa Andrés continúa con las primeras canciones de “La lengua popular” y sorprende al quinto tema con “A los ojos”, un viejo hit de Los Rodríguez. No será la única canción que se antoje inesperada en la noche del Pepsi. Entre “Carnaval de Brasil” y “Cinco minutos más (minibar)” –dos temas lengüeros- suma “Todavía una canción de amor”, propiedad de Joaquín Sabina y popularizada en su paso europeo.
Acompañado de una banda argentino española en la que se destaca el mendocino “Tito” Dávila, ex “Enanitos verdes”, Andrés confirmó que lo suyo nunca fue el canto, aunque cuando juega con su voz en los agudos y en las expresiones obliga a reveer esa sentencia.
El Salmón - Andrés Calamaro - Pepsi Music 2008
Para la segunda mitad del show, El Cantante se guardó los temas de “Alta suciedad” y “Honestidad brutal”, dos discos esenciales en su carrera. Una versión acelerada de “Elvis está vivo” fue el comienzo de una seguidilla implacable que contó con la tríada honesta y brutal de “El día de la mujer mundial”, “Los aviones” (mientras los aviones aterrizan a pocas cuadras del estadio, en el aeroparque de Buenos Aires) y el tangazo “Jugando con fuego”, que pega a una versión disfónica y reventada de “Los mareados”, de Cadícamo que Calamaro rebautizó “Los drogados”.
Una certera versión de “Estadio Azteca” le dio paso a otra catarata de hits: la alegría ciega de “Te quiero igual”, el funk faseado de “Loco”, la balada perfecta que es “Crímenes perfectos”, “Alta suciedad”, “Flaca”, “Sin documentos” (¿el éxito más importante de su carrera, junto con “Mil horas”?) y otro rock desempolvado de tiempos de reviente español: “El canal 69”.
Estadio Azteca - Andrés Calamaro - Pepsi Music 2008
Para el final, luego de dos horas en las que hubo guiños a Miguel Abuelo, Lou Reed y Bob Marley, Calamaro hizo caso al pedido unánime de su público y se zambulló en “Paloma”, otro tema de “Honestidad brutal”.
De todos los grupos del festival, el más perjudicado con el cambio de horarios fue Nikita Nipone, un interesante quinteto de letras ácidas y melodías felices que empezó a las 23:30, cuando la mayor parte del público se había satisfecho con El Salmón y se estaba retirando. Entonces, debieron tocar ante sus seguidores de siempre.
La tarde había empezado calurosa con las sorpresas de las modificaciones no anunciadas y Smitten poniendo algo de punk pop y covers como “Come together” de Los Beatles y “Desconfío”, de Pappo. Ya a esa hora se notaba que la fecha iba a ser más concurrida que las anteriores y hasta se pudo ver entre la gente (remera roja de Calamaro recién comprada) a Lucas Ojeda, jefe de prensa de la Municipalidad de San Luis.
Sponsors, la nueva banda de Joaquín Levinton, tuvo un set corto y contundente gracias a canciones que se burlan del rock como “Sexo, droga y reggaeton” y conexiones con “Turf”, su antiguo grupo, como “Pasos al costado”, “Magia blanca” y “No se llama amor”. También rindió tributo a “El Carpo” con “Que sea rock”.
Para ese entonces ya se habían presentado en el tercer escenario el sorprendente “Lea”, el ex guitarrista de “Cabezones”, “Las trampas de Lily”, “Mil astillas” y los excelentes “Banda de turista”, una agrupación que merece ser escuchada.
Los festivales tienen cosas que producen cierta impotencia, como la obligación a optar por escuchar de qué va el trabajo solista de Pablo Sbaraglia, un Fundamentalista del aire acondicionado que estuvo en San Luis el fin de semana pasado con el Indio Solari, o disfrutar del pop conocido de “Los Tipitos”.
A modo de favor, a poco de comenzar su set Sbaraglia canta “Nada (Zippo rock)” y deja que el público se dirija satisfecho al otro escenario, donde los tipejos homenajean a Los Fabulosos Cadillacs con “Siguiendo la luna”.
Campanas en la noche Los Tipitos (Pepsi Music 2008)
Desde España llegó un solista que inexplicablemente no es muy conocido en el país. “Loquillo”, especie profeta del rock en la península, sacudió con su rebeldía de 60 años a un público que lo escuchó con atención y terminó por aceptar sus tics madrileños. Fue extraño que el europeo tuviera gracias a su entrega y a una banda excelente más aceptación que “Estelares”, una banda platense de gran año, gran disco, pero pocas ganas en vivo. Ni “Aire”, ni “Moneda corriente” (grabada con Calamaro) ni la balada sexual “Ella dijo” despertaron a la gente.
A esa altura, en el escenario altenativo pasaban “Pablo Moro”, los multicolores “Mamá pulpa”, los inclasificables “Custodios” y los cristianos de “Rescate”. A las 21:20, “Rosal”, un grupo interesantísimo, soportó en trance la doble injusticia de haber sido confinados a un escenario pequeño y a la misma hora de Calamaro.
Además, para entonces Los Auténticos Decadentes habían dejado el escenario tan al palo que era difícil abstraerse de los ritmos desenfrenado de ese colectivo pachanguero que es la banda de “Cucho”. Cuando el grupo subió con “Somos”, la diversión estalló y el Club Atlético Decadente sumó 25 mil nuevos socios.
Una batería de exitazos de la que pocas bandas nacionales puede presumir son demasiado para los 50 minutos que los Decadentes tuvieron para mostrarse. “Raquel”, “Cómo me voy a olvidar”, “La prima lejana”, “La guitarra”, “Los piratas”, “El gran señor”, “Loco, tu forma de ser”, “Gente que no”, “Corazón”, son sólo algunas de las canciones que sostienen, por sí solas, cualquier recital en cualquier lugar del país.
Y cuando Jorge Serrano toma el micrófono y canta “Un osito de peluche de Taiwán” da para pensar que por fin alguien encontró el estribillo perfecto. Pero todavía faltan todas las canciones de Calamaro.
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